Mahmud Darwish In Memoria


Mahmud Darwish
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(Palestina, 13.03.1941 / 9.08.2008)
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Considerado el poeta nacional palestino y uno de los más célebres literatos árabes contemporáneos, su poesía ha sido relacionada a nivel internacional con el denominado "realismo metafísico" y, en ella, se entremezclan lírica y épica.
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OBRA POÉTICA:
  • Enamorado de Palestina, 1966
  • Nupcias, 1977
  • ¿Por qué has dejado al caballo solo?, 1995; en la edición española traducido como El fénix mortal, Madrid, Cátedra, 2000
  • Memoria para el olvido, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1997
  • Mural, 2000
  • Once astros, Agencia Española de Cooperación Internacional, 2000
  • Menos rosas, Madrid, Hiperión, 2001
  • Estado de sitio, Madrid, Cátedra, 2002
  • El lecho de una extraña, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2003
  • Poesía escogida (1966-2005), Valencia, Pre-Textos, 2008


EN ESPERA DE LOS QUE VOLVERÁN

Mi gente plantó sus tiendas en la arena
y yo estoy despierto con la lluvia
soy el hijo de Ulises el que esperó el correo del Norte
me llamó un marinero, pero yo no partí
atraqué la barca y subí a la cima de una montaña

—Oh roca sobre la que mi padre oró
para que fuera abrigo del rebelde
yo no te vendería por diamantes
yo no me iré
....................yo no me iré
Las voces de los míos hienden al viento, sitian las ciudadelas
—Oh madre espéranos en el umbral
nosotros volveremos
este tiempo no es ya como ellos imaginan
el viento sopla según la voluntad del navegante
y la corriente es vencida por la embarcación
¿qué has cocinado para nosotros? volveremos
han robado las jarras de aceite oh madre y los sacos de harina

Trae las hierbas de los pastos, trae
tenemos hambre
los pasos de los míos resuenan como el suspiro de las rocas
bajo una mano férrea
y estoy despierto con la lluvia
en vano escruto el horizonte
Permaneceré sobre la roca… bajo la roca…
Inquebrantable


CANCIÓN DE AMOR SOBRE LA CRUZ

Ciudad de todas las heridas pequeñas,
¿no apagarás mi mano?
¿No podrás enviarme una gacela,
y limpiarme la frente,
y el pulmón,
de ceniza?
Añorarte es lo mismo que una ausencia.
Llamo a todas las puertas,
gritando,
preguntando:
¿Cómo pueden trocarse
en polvo
las estrellas?
Te amo… Sé mi cruz.
Sé, como tú deseas, un palomar.
Yo sé que si tus manos me fundieran
se llenarían de nubes los desiertos.

Te amo,
¡totalidad del corazón!
¡Oh tú sabor de uvas!
¡Gusto a sangre!
Una luna ,en mi frente, no se extingue,
y en mi boca se agita
un fuego,
una guitarra.
Si muriera de amor, deja mi tumba
expuesta a las pestañas de los vientos,
y no me entierres, no.
Para poder sembrar tu voz en todo el barro.

Para poder alzar tu espada en todo el campo.
Te amo… Sé mi cruz.
Sé lo que tú desees.
Dilúyete en mi alma,
como el sol.
!Y no me compadezcas!


LAS ROSAS Y EL DICCIONARIO

Sea.
No tengo más remedio.
El poeta ha de hacer un nuevo brindis,
entonar nuevos himnos.
Porque llevo la llave de las leyendas,
las huellas del esclavo;
cruzo una galería
de pimienta y de viejo verano.

Sea.
Tengo que rechazar la muerte,
aunque con ello mueran mis leyendas.
Yo busco en los escombros una luz,
un verso nuevo.
¿Percibiste, ¡ay amor!, antes de hoy,
que es inútil la letra
del diccionario?
¿Cómo van a vivir todas esas palabras?
¿Cómo van a crecer?
¿Multiplicarse?
Si aún seguimos nutriéndolas con llanto de recuerdos,
metáforas y azúcar…

Sea.
Tengo que rechazar la rosa
del diccionario
y del libro de versos.
Las rosas crecen sobre los brazos del campesino,
en el puño apretado del obrero.
Crecen sobre la herida del hombre asesinado.
Crecen sobre la frente de las rocas.
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PROMESAS DE LA TORMENTA
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Sea.
Tengo que rechazar la muerte,
prender fuego a las lágrimas de las canciones,
y desnudar al olivo
de todas sus ramas falsas.
Si canté a la alegría semioculta
en los párpados de los ojos temerosos,
es porque la tormenta
me ha prometido un vino,
y un arcoíris.
Es porque la tormenta
ha barrido la voz de los pájaros memos,
y las ramas prestadas
a los troncos de los árboles altos.

Sea.
Tengo que presumir de ti,
¡oh, mi ciudad herida!
De ti, ¡oh cuadro relampagueante en nuestras noches tristes!
La calle frunce el ceño a mi presencia,
pero tú me proteges de las sombras
y las viles miradas.
Cantaré a la alegría
semioculta en los párpados de los ojos con miedo.
Desde que en mi país soplara la tormenta,
me has prometido un vino,
y un arcoíris.
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CANTOR DEL ARREPENTIMIENTO
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Cincuenta cuerdas hay sobre el olivo,
para éste que te canta.
Tu cantor, que fue esclavo de la lluvia,
rehén del viento,
y que ya, arrepentido de dormir,
se distrajo velando.

Así, como deseas, llamaré chispa al cáliz de la rosa,
al olivar de tus ojos, alborada,
y lloraré también, como solía,
cuando la brisa pase sobre cincuenta cuerdas
—¡qué cincuenta sangrantes melodías!—
Y al compás que la alberca de sangre se hace
estrellas y árboles,
el que muere, !guitarra! es el tirano,
mientras vence el cantor.

Abre, aldea, tus puertas.
Ábrelas a los vientos.
Y deja que se incendien esas cincuenta heridas.
Kufr Kasim es un pueblo que sueña con espigas,
con violetas,
y bodas de palomas.
“!Séguenlos de una vez…!
¡Séguenlos ya…!”

Y los segaron…
¡Ay , espiga en el pecho de los campos!
Tu cantor dice aún:
¡Si supiera el secreto del árbol!
Si enterrara todas las palabras ya muertas!
¡Si tuviera la fuerza de la tumba silente!
¡Si escribiera mi historia
—oh, mano avergonzada que pulsa esas
cincuenta cuerdas—
con luz y ala de alondra…!

Kufr Kasim:
Regreso de la muerte para vivir cantando.
Deja que me apreste la voz una herida luciente,
Y venme contra el odio
que siembra, en mi alma, la zarza.
Me envía la intransigencia de una llaga,
y el golpe del verdugo me ha enseñado
a andar sobre mi herida.
A andar y más andar.
A resistir.